A través de la historia vemos civilizaciones que aparecen, se desarrollan en apoyo de valores o ideas que parecen solucionarlo todo para luego caer estrepitosamente en una desintegración que no deja ningún avance real.
En la Antigua Grecia, en el Medioevo o ahora, las condiciones de la vida humana son las mismas solo que en nuestro tiempo se vive en el marco de una tecnología avanzada que no impide que haya violencia, caos, miseria y enfermedad en todos los pueblos.
El dolor sigue siendo el anillo que ahoga al hombre en su humanidad.; no importa su clase social o económica, ni su saber o ignorancia, ni su fe o ateismo.
Aquellos que se engañaron en pos de una idea que lo iba a cambiar todo hacia un mundo mejor vieron sus ilusiones caer en el vacío que la propia condición del hombre tiene en su naturaleza. Podemos nombrarlas de mil maneras, ansia de poder, codicia, vulnerabilidad ante la enfermedad o el accidente, desencanto, todas son caras de la misma incapacidad y la ilusión es el disfraz de la mentira.
“Las condiciones en las que los hombres viven sobre la tierra son el resultado de sus estado de Conciencia. Querer cambiar las condiciones sin cambiar la Conciencia es una vana quimera”.
Lo único que el hombre puede cambiar es a si mismo pero esta es una tarea que nunca se emprende. Cambiar ¿Qué? ¿Es adherir a aquella o esta disciplina? ¿A este o aquel valor?¿O tal vez amoldarse a aquello que se considera un ideal? No es este el camino.
El que decide construir un comedor infantil, esparcir una religión, predicar un conocimiento, lo hace en el fondo porque cree saber mejor que los demás lo que debe hacerse o no.
Se pueden organizar grandes movimientos par mejorar la salud de los pobres, por ejemplo, pero eso no impedirá que la gente se enferme. Al contrario, se sentirá animada a caer enferma. Se puede “servir a la Humanidad” luchando contra la pobreza pero eso no mejorará la condición de los atendidos antes generará aún más rencor y violencia. No hace falta más que abrir los diarios para comprobarlo.
De hecho la primera humanidad que nos concierne es la propia y el primer desafío es encontrar en uno mismo la posibilidad de cambiar la capacidad de sufrir en una certeza de ser feliz.
Allí, en ese algo sufriente en el hombre que se muestra bajo todos los hábitos, vocabularios, profesiones, discursos, que se oculta en un paraíso social o religioso está el secreto de la transformación.
Para acabar con el dolor ese dolor es el instrumento, la palanca que mueve. En el fondo mismo del dolor está el secreto que no conduce al hundimiento y la derrota sino que acerca al corazón de un “mejor” que no se había previsto.
“En ningún medio exterior de mejora material o de transformación total reside la verdadera evolución progresiva, lo que puede llevar al hombre hacia la dicha a la que tiene perfecto derecho. Son los perfeccionamientos individuales, interiores y profundos los que constituyen el progreso real, y que pueden transformar totalmente el estado actual de las cosas.”
En la propia selva interior es donde se busca desarmar los núcleos que forman la estructura de cada uno; aquello que denominamos “Yo” y que está elaborado en base a transmisión de patrones ancestrales (familiares y culturales), hábitos consolidados como respuesta efectiva a una situación que se supone resuelta pero que solo es respuesta de alguna clase de memoria activada como defensa, estructuras elementales que nos fueron transmitidas por el ideal filosófico, religioso o económico y que, se supone, van a proveer a nuestro bien; todo ello apoyado en una genética que se dice determinante absoluta, pero frente a la cual el efecto placevo en sus últimos estudios plantea , cuando menos, una duda seria como el efecto de la mente sobre la materia.
Toda esta intrincada maraña responde siempre sobre una base de acción: el conflicto, en su infinita gama de variables por ejemplo entre lo que se siente y lo que se piensa, entre lo que se supone “propio” y lo del “otro”. Si se observan detenidamente las relaciones humanas se verá que es una serie gigantesca de agresiones y competencias más o menos disimuladas con algunos pequeños oasis, momentáneos y efímeros de paz y encuentro; donde pues para que alguien gane otro tiene que perder, ya sea en el ámbito familiar, social, nacional o planetario.
¿Dónde se enraíza el conflicto? En el hombre o la mujer mismos. Por eso cada situación de la propia vida espeja cómo nos relacionamos con nosotros mismos en primer lugar y de allí con otro; cómo la ilusión proyecta sobre ese otro nuestras carencias en una elección condicionada por todo tipo de patrones.
Todos los vínculos humanos están teñidos de esta agrisada mezcolanza de creencias y emociones que llamamos “Yo”.
Para desarmarla es necesaria la búsqueda seria de la claridad interior; una por una las raíces de ese dolor que confunde son desenterradas de la inconciencia y expuestas a la luz de la comprensión, de la aceptación y luego y solo luego, de la transformación.
¿Donde se ve si el cambio tiene resultados? En la propia vida sencilla de cada día porque al desarmar las piezas del conflicto entero de cada uno cambia el entorno familiar, social, cambiando las elecciones y metas de vida y cambiando hasta la manera de mirar la muerte.
Pero como siempre lo mas profundo es lo ultimo que se descubre, lo primitivo u original es lo ultimo en emerger de la obstrucción.
“El obstáculo coincide con la razón misma de la obra a realizar; es el estado de imperfección actual de la materia física… Tenemos que caminar constantemente a la conquista de ese trasfondo de inconciencia universal y a través de nuestro organismo, transformarlo poco a poco en conciencia luminosa”.
No es tarea para débiles ni para cobardes, es enfrentar las raíces del dolor y de la muerte para arrebatarles su presa. Es también una tarea de silencio llevada a cabo en lo profundo del ser, que solo se evidencia en el cambio sutil de lo vibratorio. Donde hay circo la evolución esta ausente.
“Mire el mundo y perdí el Yo
Y cuando encontré el Yo, perdí el mundo
Perdí mis otros yoes y el cuerpo de Dios
El lazo entre lo finito y lo infinito
El puente entre las apariencias y la Verdad”.
Savitri 5.3.407
Es el llamado a la mutación humana, de “dentro a afuera” tal es la verdadera ley. “Es gracias a lo peor como se puede encontrar lo mejor y es gracias a lo mejor como se puede transformar lo peor.”
Es la aventura última del hombre.
“He cavado mucho tiempo, profundamente
En un horror de fango y lodo
Un surco para la canción de un río de oro
Una morada para un fuego inmortal.”
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