Hay personas que se relacionan con otras de una manera "bonsai".No me refiero a la cultura japonesa que milenariamente ha desarrollado esta técnica. Desconozco su tradición por lo tanto no opino.
Me refiero a personas de una formación semejante a la mia que la ponen en práctica y no solamente con plantas.
Para cultivar un "bonshai" hay que tomar una semilla normal de un árbol, plantarla y producirle stress hídrico para que se desarrolle muy limitadamente.
De igual manera algunos parten, en la relación, disponiendo de todo el potencial (semilla) pero acotan su desarrollo a un tamaño "manejable"?. Por temor? Por egoismo? Por comodidad?.
Luego se toman las ramitas que van creciendo recortándolas sistemáticamente para darle una forma determinada.
En la relación son los tiempos compartidos, las expresiones de afecto, las respuestas, las que sufren este proceso.
Que el otro no sepa de mi. Siempre hay cálculo. Siempre hay estrategia. Y no me refiero a negocios aunque pareciera que el afecto tambien lo es. Amigos, pareja, hijos, todos los vínculos se manejan asi.
Todo brote que no configure el esquema es suprimido.
Tambien sus tallos se tuercen, una y otra vez, para lograr el efecto deseado que es .... decorativo?
Cada movimiento de la relación se acota asi a un propósito. El producto primario es el sufrimiento.
En el universo privado de los sentimientos lo natural se subordina a una expresión mínima y condicionada.
Cuál es la causa? Es el miedo a perder espacios propios, es el egoismo que impide la entrega, es el cálculo
que evita a priori la posibilidad del dolor?
Lo cierto es que en este proceso de condicionar las relaciones estará siempre ausente el potencial, la expresión
propia, la espontaneidad y el gozo.
Estimada Graciela: muy interesante el planteo que haces en tu diario. Coincido que hay que estar "preparados" para relacionarse y el entrecomillado no es casual. Cuando uno conoce a una persona, se podría a comparar con los primeros pasos que damos cuando comenzamos a caminar, no estamos seguros, nos aferramos a lo primero que encontramos, no nos soltamos de la mano de nuestro padre o nuestra madre, es una sensación extraña que por nuestra edad no comprendemos, pero en nuestro instinto sabemos que tenemos que hacerlo, que ha llegado la hora, que nuestra "libertad" exige de ello aunque no lo podamos explicar. Con las relaciones con nuestros semejantes ocurre lo mismo. No sabemos que puede venir, pero nada es comparable como el sentimiento de la libertad aun cuando ello implique dolor. En nuestra experiencia, el dolor nos hace crecer, es como la rosa, no hay espina sin rosa.
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