Después de muchos años, más de veinticinco, un hecho del pasado se volvió presente de una manera irracional. No parecía posible que aquello se volviera un inconveniente en el hoy. Y, sin embargo, así era.
Algo cerrado, terminado, resuelto en el tiempo, frenaba un proyecto del futuro.
En su momento el hecho detonó un giro radical en mi vida. Un antes y un después.
El roce de la muerte tocó mi día inconciente con su aviso de que el tiempo puede acabarse de una manera inesperada.
Esa tarde, agradecida hasta las lágrimas, decidí que no podía morir sin haber resuelto vínculos y circunstancias de peso radical.
En pocos días ya había emprendido el camino que me llevó largo tiempo recorrer.
Hubo cosas que dejé, como el manejo del auto, pero empuñé otro volante, el de mi vida, con un norte diferente. La relación con mi madre estaba irresuelta, congelada. Ya contaba con la fuerza suficiente para retomarla y resolver.
Fueron diez años difíciles los que siguieron. Una fragua intensa poblada de dolor e incomprensión.
Pero al final una paz profunda estaba esperándome. Sin saldos ni deudas, la cuenta en cero.
Y ahora, qué giro propone la vida con la actualización del hecho desencadenante? Qué aspecto debe ser trabajado?
No hay conflicto en lo externo, en lo interno, tal vez, quedan guardados secretos impulsos.
El pudor de la exposición, la seducción de la burbuja aislante, el tesoro guardado en el fondo de la caverna donde no hay crítica que lo alcance. Tal vez.
O será el llamado a una nueva acción, otro cambio de ruta que ponga el acento en una nueva conciencia, una que se apoye en dejar atrás la exigencia y el esfuerzo, aprender a tomar con humor las propias inquietudes, no perder la línea de la alegría. Nada lo merece. Por allí sólo se va a lo acartonado, a lo repetitivo, al rótulo que inhabilita.
Lo nuevo es creativo, espontáneo, está vivo.
La indicación, ahora, es una carta; antes fue un choque brutal. Antes hubo culpa y desconcierto. Ahora comprensión e intercambio. Es mi pasado y es mi presente el que actúa desde este nuevo hacer.
Aprendí a reconocer la voz de la intuición que susurra el camino.
Era el momento, era la vibración correcta y las palabras resonaban en mi:
"Cualesquiera que sean los nubarrones que vengan, cualesquiera que sean los peligros y los sufrimientos y las dificultades, cualesquiera que sean las imposibilidades, nada es imposible, nada es difícil.Yo Soy quien actúa"*
*Sri Aurobindo o la aventura de la conciencia.
